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Parfum d’épices

Lundi 5 mars 2012

marché aux épices

Marché couvert, Valencia (Espagne), Décembre 2010


Infinie Castille, suite

Lundi 20 février 2012

L’infini des paysages de neige à perte de vue ont aussi trouvé dans ma tête un écho avec l’immensité des plaines de Castille, arides, décrites par Miguel de Unamuno au début du siècle.

¡Ancha es Castilla! ¡Y qué hermosa la tristeza reposada de ese mar petrificado y lleno de cielo! Es un paisaje uniforme y monótono en sus contrastes de luz y sombra, en sus tintas disociadas y pobres en matices. Las tierras se presentan como en inmensa plancha de mosaico de pobrísima variedad, sobre la que se extiende el azul intensísimo del cielo. Faltan suaves transiciones, ni hay otra continuidad armónica que la de la llanura inmensa y el azul compacto que la cubre e ilumina.
No despierta este paisaje sentimientos voluptuosos de alegría de vivir, ni sugiere sensaciones de comodidad y holgura concupiscibles: no es un campo verde y graso en que dan ganas de revolcarse, ni hay repliegues de tierra que llamen como un nido.
No evoca su contemplación al animal que duerme en nosotros todos, y que medio despierto de su modorra se regodea en el deseo de satisfacciones de apetitos amasados con su carne desde los albores de su vida, a la presencia de frondosos campos de vegetación opulenta. No es una naturaleza que recree al espíritu.
Nos desase más bien del pobre suelo, envolviéndonos en el cielo puro, desnudo y uniforme. No hay aquí comunión con la naturaleza, si nos absorbe ésta en sus espléndidas exuberancias ; es, si cabe decrilo, más que panteístico, un paisaje monoteístico este campo infinito en que, sin perderse, se achica el hombre, y en que siente en medio de la sequía de los campos sequedades del alma.

Miguel de Unamuno, En torno al casticismo, 1905


C’est de saison

Lundi 13 février 2012

Paralysie du froid, puissance des couleurs et des contrastes dans le blanc, paysages gelés et petite fumée signalant l’humain : c’est Antonio Machado qui le chante si bien (en particulier dans la cinquième strophe, pour ceux qui rechignent à lire un texte long en VO).

Pour le dépaysement, coupler la musique de l’espagnol et des étendues de neige auxquelles mes yeux ne sont pas accoutumés…

Campos de Soria

Es la tierra de Soria árida y fría.
Por las colinas y las sierras calvas,
verdes pradillos, cerros cenicientos,
la primavera pasa
dejando entre las hierbas olorosas
sus diminutas margaritas blancas.

La tierra no revive, el campo sueña.
Al empezar abril está nevada
la espalda del Moncayo;
el caminante lleva en su bufanda
envueltos cuello y boca, y los pastores
pasan cubiertos con sus luengas capas.

II

Las tierras labrantías,
como retazos de estameñas pardas,
el huertecillo, el abejar, los trozos
de verde obscuro en que el merino pasta,
entre plomizos peñascales, siembran
el sueño alegre de infantil Arcadia.

En los chopos lejanos del camino,
parecen humear las yertas ramas
como un glauco vapor —las nuevas hojas—
y en las quiebras de valles y barrancas
blanquean los zarzales florecidos,
y brotan las violetas perfumadas.

III

Es el campo undulado, y los caminos
ya ocultan los viajeros que cabalgan
en pardos borriquillos,
ya al fondo de la tarde arrebolada
elevan las plebeyas figurillas,
que el lienzo de oro del ocaso manchan.

Mas si trepáis a un cerro y veis el campo
desde los picos donde habita el águila,
son tornasoles de carmín y acero,
llanos plomizos, lomas plateadas,
circuidos por montes de violeta,
con las cumbres de nieve sonrosado.

IV

¡ Las figuras del campo sobre el cielo !

Dos lentos bueyes aran
en un alcor, cuando el otoño empieza,
y entre las negras testas doblegadas
bajo el pesado yugo,
pende un cesto de juncos y retama,
que es la cuna de un niño ;

y tras la yunta marcha
un hombre que se inclina hacia la tierra,
y una mujer que en las abiertas zanjas
arroja la semilla.

Bajo una nube de carmín y llama,
en el oro fluido y verdinoso
del poniente, las sombras se agigantan.

V

La nieve. En el mesón al campo abierto
se ve el hogar donde la leña humea
y la olla al hervir borbollonea.

El cierzo corre por el campo yerto,
alborotando en blancos torbellinos
la nieve silenciosa.

La nieve sobre el campo y los caminos,
cayendo está como sobre una fosa.

Un viejo acurrucado tiembla y tose
cerca del fuego; su mechón de lana
la vieja hila, y una niña cose
verde ribete a su estameña grana.

Padres los viejos son de un arriero
que caminó sobre la blanca tierra,
y una noche perdió ruta y sendero,
y se enterró en las nieves de la sierra.

En torno al fuego hay un lugar vacío
y en la frente del viejo, de hosco ceño,
como un tachón sombrío
—tal el golpe de un hacha sobre un leño—.

La vieja mira al campo, cual si oyera
pasos sobre la nieve. Nadie pasa.

Desierta la vecina carretera,
desierto el campo en torno de la casa.

La niña piensa que en los verdes prados
ha de correr con otras doncellitas
en los días azules y dorados,
cuando crecen las blancas margaritas.

VI

¡ Soria fría, Soria pura,
cabeza de Extremadura,
con su castillo guerrero
arruinado,  sobre el Duero ;
con sus murallas roídas
y sus casas denegridas !

¡ Muerta ciudad de señores
soldados o cazadores;
de portales con escudos
de cien linajes hidalgos,
y de famélicos galgos,
de galgos flacos y agudos,
que pululan
por las sórdidas callejas,
y a la medianoche ululan,
cuando graznan las cornejas !

¡ Soria fría ! La campana
de la Audiencia da la una.
Soria, ciudad castellana
¡ Tan bella ! bajo la luna.

VII

¡ Colinas plateadas,
grises alcores, cárdenas roquedas
por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno a Soria, obscuros encinares,
ariscos pedregales, calvas sierras,
caminos blancos y álamos del río,
tardes de Soria, mística y guerrera,
hoy siento por vosotros, en el fondo
del corazón, tristeza,
tristeza que es amor ! ¡ Campos de Soria
donde parece que las rocas sueñan,
conmigo vais ! ¡Colinas plateadas,
grises alcores, cárdenas roquedas!…

VIII

He vuelto a ver los álamos dorados,
álamos del camino en la ribera
del Duero, entre San Polo y San Saturio,
tras las murallas viejas
de Soria —barbacana
hacia Aragón, en castellana tierra—.

Estos chopos del río, que acompañan
con el sonido de sus hojas secas
el son del agua, cuando el viento sopla,
tienen en sus cortezas
grabadas iniciales que son nombres
de enamorados, cifras que son fechas.

¡ Álamos del amor que ayer tuvisteis
de ruiseñores vuestras ramas llenas;
álamos que seréis mañana liras
del viento perfumado en primavera;
álamos del amor cerca del agua
que corre y pasa y sueña,
álamos de las márgenes del Duero,
conmigo vais, mi corazón os lleva !

IX

¡ Oh, sí ! Conmigo vais, campos de Soria,
tardes tranquilas, montes de violeta,
alamedas del río, verde sueño
del suelo gris y de la parda tierra,
agria melancolía
de la ciudad decrépita.

Me habéis llegado al alma,
¿ o acaso estabais en el fondo de ella ?

¡ Gentes del alto llano numantino
que a Dios guardáis como cristianas viejas,
que el sol de España os llene
de alegría, de luz y de riqueza !

Antonio Machado. Campos de Castilla, (1907-1917)



Ville vide

Samedi 24 décembre 2011

"porte" ou arcade de pierre bâtie reliant deux bâtiments dans une rue, Valence

Valencia (Espagne), décembre 2010


Impulsion

Jeudi 22 décembre 2011

La Lluvia amarilla de Julio Llamazares garde pour moi un parfum particulier de vieilles pierres, de feuilles sèches, de bois, de fumée et de neige et de pomme mûre. Il me semble aussi que ces extraits ont leur place ici, car ils ont un rôle initiatique : je crois bien que c’est le premier roman que j’ai lu en espagnol, d’un bout à l’autre, sans flancher.

 Le début du roman, qui plante le décor de ce village de montagne, aride, déserté, plein de fantômes et dont la sauvagerie me plaît :

 Cuando lleguen al alto de Sobrepuerto, estará, seguramente, comenzado a anochecer. Sombras espesas avanzarán como olas por las montañas y el sol, turbio y deshecho, lleno de sangre, se arrastrará ante ellas agarrándose ya sin fuerzas a las aliagas y al montón de ruinas y escombros de lo que, en tiempos, fuera (antes de aquel incendio que sorprendió durmiendo a la familia entera y a todos sus animales) la solitaria Casa de Sobrepuerto. El que encabece el grupo se detendrá a su lado. Contemplará las ruinas, la soledad inmensa y tenebrosa del paraje. Se santiguará en silencio y esperará a que los demás le den alcance. Vendrán todos esa noche : José, de Casa Pano, Regino, Chuanorús, Benito el Carbonero, Aineto y sus dos hijos, Ramón, de Casa Basa. Hombres endurecidos todos ellos por los años y el trabajo. Hombres valientes, acostumbrados desde siempre a la tristeza y soledad de estas montañas. Pero, a pesar de ello –y de los palos y escopeta de que, sin duda alguna, han de venir armados–, una sombra de miedo y de inquietud envolverá esa noche sus ojos y sus pasos. Contemplarán también por un instante las paredes caídas del caserón quemado y, luego, el lugar que alguno de ellos señalará ya con la mano en la distancia.

 A lo lejos, frente a ellos, en la ladera opuesta de la montaña, los tejados y los árboles de Ainielle, ahogados entre peñas y bancales, comenzarán ya entonces a fundirse con las primeras sombras de una noche que, aquí, contra el poniente, llega siempre mucho antes. Visto desde la loma, Ainielle se cuelga sobre el barranco, como un alud de losas y pizarras torturadas, y sólo en las casas más bajas –aquellas que rodaron atraídas por la humedad y el vertigo del río– el sol alcanzará a arrancar aún algún último destello al cristal y a las pizarras. Fuera de eso, el silencio y la quietud serán totales. Ni un ruido, ni una señal de humo, ni una presencia o sombra de presencia por las calles. Ni siquiera el temblor indefinido de un visillo o de una sábana colgada en el frontal de alguna de cualquiera de sus múltiples ventanas. Ningún signo de vida podrán adivinar en la distancia. Y, sin embargo, los que contemplen el pueblo desde las altas campas de Sobrepuerto sabrán que, aquí, entre tanto quietud, entre tanto silencio y tantas sombras, yo les habré ya visto y estaré esperándoles.

(…)

 Beaucoup plus loin, le passage qui décrit cette fameuse pluie jaune métaphorique qui lave la mémoire du narrateur et s’infiltre dans tous es souvenirs, un passage qui m’a marquée et auquel je pense tous les automnes (le bruit de la chute des feuilles a désormais un chuintement espagnol pour les oreilles) :

 

Lentamente, las horas van pasando y la lluvia amarilla va borrando la sombra del tejado de Bescós y el círculo infinito de la luna. Es la misma de todos los otoños. La misma que sepulta las casas y las tumbas. La que envejece a los hombres. La que destruye poco a poco sus rostros y sus cartas y sus fotografías. La misma que una noche, junto al río, entró en mi alma para no volver ya nunca a abandonarme el resto de los días de mi vida.

 Día a día, en efecto, a partir de aquella noche junto al río, la lluvia ha ido anegando mi memoria y tiñendo mi mirada de amarillo. No sólo mi mirada. Las montañas tambíen. Y las casas. Y el cielo. Y los recuerdos que, de ellos, aún siguen suspendidos. Lentamente, al principio, y, luego ya, al ritmo en que los días pasaban por mi vida, todo a mi alrededor se ha tiñendo de amarillo como si la mirada no fuera más que la memoria del paisaje y el paisaje un simple espejo de mí mismo.

 Primero, fue la hierba, el musgo de las casas y del río. Luego, el perfil del cielo. Más tarde, las pizarras y las nubes. Los árboles, el agua, la nieve, las aliagas, hasta la propia tierra fue cambiando poco a poco el color negro de su entraña por el de las manzanas corrompidas de Sabina. Al principio, yo creía que aquello era sólo un delirio, una ilusión fugaz de mi mirada y de mi espíritu que se iría de nuevo igual que había venido. Pero aquella ilusión siguió conmigo. Cada vez más precisa. Cada vez más real y más firme. Hasta que, una mañana, al levantarme y abrir la ventana, vi las casas del pueblo completamente ya teñidas de amarillo.

Julio Llamazares, Lluvia amarilla, Seix barral, “Booket”, p.9-10 et 119-120.


Un piano dans un hublot

Lundi 19 décembre 2011

piano à queue derrière une vitre en forme de hublot

Palau de les arts, Valencia (Espagne), décembre 2010


Porte et fenêtre

Dimanche 18 décembre 2011

porte sculptée ouvrant sur des fenêtres dans la lonja

La lonja, Valencia (Espagne), décembre 2010


Shadok

Mardi 6 décembre 2011

rideau de fer d'un bistrot "el bicho raro" avec un shadok

Valencia, Espagne, décembre 2010


La Albufera

Lundi 21 novembre 2011

Luxe, calme, et volupté… ce refrain baudelairien pourrait convenir au sentiment de calme et de plénitude qui m’a envahie quand je me suis promenée dans cette réserve naturelle de la côte valencienne.

La Albufera, Valencia (Espagne)

décembre 2010


Prière

Lundi 25 juillet 2011

femme voilée sur une plage

Plage de Malvarrosa, Valencia (Espagne), décembre 2010


L’homme sans tête

Lundi 20 juin 2011

Silhouette peinte sur un mur tenant sa tête au bout d'un fil comme un ballon gonflé à l'hélium

Peinture de rue, Valencia (Espagne), décembre 2010

Rêve, spectre, cauchemar, surréalisme ?

Si seulement parfois la conscience pouvait se mettre en off, se détacher du corps…


Douches

Lundi 6 juin 2011

douches, plage, hiver

Plage de Malvarrosa, Valencia (Espagne), décembre 2010


Œil

Lundi 23 mai 2011

Oeil formé par l'architecture du palais des sciences et le reflet dans l'eau, Valence

Œil de dinosaure immémorial

Museu de les Ciències Príncipe Felipe, río Túria, Valencia (Espagne), décembre 2010



Alicante

Samedi 25 décembre

Valence n’est pas si loin d’Alicante, dont le nom, comme Genet, m’attire irrésistiblement, promesse d’amandes et de lumière dorée… Et pourtant je ne sais pas si nous y mettrons les pieds au long de ce séjour espagnol : je préfère garder une image fantasmée et magique, sans côte bétonnée et port de commerce. Et me replonger dans Genet.

« Les palmes ! Un soleil matinal les dorait. La lumière frissonnait, non les palmes. Je voyais les premières. Elles bordaient la mer Méditerranée. Le givre sur les vitres, l’hiver, avait plus de diversité mais comme lui les palmiers me précipitaient – mieux que lui peut-être – à l’intérieur d’une image de Noël née paradoxalement du verset sur la fête précédant la mort de Dieu, sur l’entrée à Jérusalem, sur les palmes jetées sous les pieds de Jésus. Mon enfance avait rêvé de palmiers. Me voici près d’eux. On m’avait dit que la neige ne tombe pas à Bethléem. Entrouvert, le nom d’Alicante me révélait l’Orient. J’étais au cœur de mon enfance, à son instant le plus précieusement conservé. À un détour de route j’allais découvrir sous trois palmiers cette crèche de Noël où je venais, enfant, assister à /ma nativité/ entre le bœuf et l’âne. J’étais le pauvre du monde le plus humble, misérable je marchais dans la poussière et la fatigue, méritant enfin la palme, mûr pour le bagne, pour les chapeaux de paille et les palmiers. »

Jean Genet, Journal du voleur

 

Joyeux Noël à tous !